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18 diciembre, 2023
Más allá de la mesa de Navidad
¿Quién no relaciona la Nochebuena, Nochevieja o el día de Reyes con el bullicio y la alegría de estar con su familia, gran familia en muchos casos, alrededor de una mesa muy especial, pensada y decorada con mucho cariño?
Porque la realidad es que, si nos paramos a pensar, los acontecimientos más importantes los celebramos siempre alrededor de una mesa. Y son estos momentos los que se quedan para siempre en nuestros recuerdos. Recuerdos que nos hacen más felices en el futuro.
Pero, para poder llegar a estar todos juntos en una mesa, con una comida buenísima y mucha conversación, es necesario una preparación previa. Y puede ser una ocasión maravillosa para disfrutar también, con nuestra familia: unos se encargan del postre, otros del pavo relleno y un tercer grupo, de los aperitivos. Y, de paso, involucramos a los niños, con la motivación de ayudar a los mayores y la alegría de, mientras tanto, estar unidos preparando una celebración muy muy especial.
Y, después (o antes), le toca el turno a la decoración de la mesa. No se puede negar que todo acontecimiento especial debe ir acompañado de más esfuerzo y más distinción en la mesa, al igual que nos vestimos con una ropa un poco más arreglada: Unas flores de Pascua pequeñitas como centro de mesa (o grandes, si la mesa también lo es), junto a un Nacimiento como protagonista. O puede ser una buena ocasión para colocar unos candelabros con velas de colores y bolas del árbol de Navidad (sí sí, del árbol) alrededor, consiguiendo una decoración súper colorida. O, como tercera opción, me encanta colocar un Niño Jesús en el centro de la mesa, sobre unas ramas verdes frescas de abeto o musgo.
Son muchas las opciones que tenemos para lograr una mesa preciosa, pero jamás debe ser motivo de agobio sino todo lo contrario. Porque lo importante aquí sí que es la intención.
Y termino poniéndome en la piel de quien invita, porque más allá de mesas más o menos impresionantes, de menús más o menos gourmets, lo más importante es ser consciente de que invitar a casa a personas a las que queremos es la mejor forma de acoger, de demostrar nuestro cariño, de atender y, cómo no, de escuchar. Porque en un mundo en el que todos vamos deprisa, creo que estar atento a los demás y saber mirar es una tarea muy difícil, propia de los mejores anfitriones.