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02 noviembre, 2023

¿Cómo hablar del sufrimiento y la muerte con los más pequeños de la casa?

No me cansaré nunca de decir que un niño, desde antes de nacer, viene a este mundo a dar amor. Porque viene del Amor que es Dios. Acaba de salir del “envoltorio” y, por tanto, su corazón está creado únicamente para amar. 

Así pues, tenemos la responsabilidad de educarle, enseñarle y respetarle siempre desde el amor y para el Amor. Lo demás le confunde, le daña, le desvía y le enferma. 

Pero, ¿cómo protegerle de la muerte y el sufrimiento que ésta nos produce, más si es alguno de sus seres queridos? 

Contándoles desde edad infantil que: 

  • Tenemos un cuerpo que cuidar, que cuando nos vamos haciendo mayores se va estropeando hasta que uno muere. 
  • Tenemos inteligencia y voluntad. Que crecen a medida que las trabajamos, pero que también envejecen y mueren. 
  • Y lo más importante: que tenemos TODOS, también los que aún no han desarrollado o  tienen mermadas esa inteligencia y voluntad, UN CORAZÓN INVISIBLE QUE JAMÁS FALLECE. 
  • Enseñarles a agrandar, con obras buenas, ese corazón para el Cielo. 
  • Cuando haya fallecido su ser querido, recordarle la idea del corazón que no muere nunca. 
  • Cuando llegue el momento del desenlace, no nos preocupemos porque nos vean llorar un poco. Y les contaremos que estamos tristes pero tranquilos y, si son más mayores y también lloran, les abrazaremos aún más.   
  • Los niños vivirán la muerte según la vivamos nosotros. Si son muy pequeños estarán más pendientes de nosotros que de cómo se sienten ellos. Ellos nos quieren ver bien. 
  • Lo que no podemos hacer es ocultarles una realidad. Pero sin dramatismo: con serenidad y aceptando que hay dolor. 
  • Les enseñaremos a pedir ayuda a nuestros seres queridos que están en el Cielo. Manifestación de su corazón vivo en nosotros. 

¿Y si fallece un hermano, padre, primo, que no es viejecito? ¿Qué les diremos? 

  • Les hablaremos de que cada uno de nosotros estamos creados para cumplir una misión. 

Eso me pasó en una ocasión en que un niño de mi clase, 4 años, no aceptaba la muerte de su hermano que falleció nada más nacer. Entonces le conté que a cada uno Dios nos da una misión para este mundo. 

A uno le da la misión de ser padre o madre, a otro la de cuidar enfermos,… así le fui diciendo hasta que le conté que, a su hermano, Dios le había dado la misión de nacer para ir al Cielo a cuidar a su familia. Mi alumno lo entendió. 

Tal es así que añadí: “todavía no sabemos cuál es tu misión en este mundo, tú tienes que hacer que tu corazón sea siempre grande para descubrirlo”. 

Y le pregunté: “¿tú sabes cuál es mi misión en este mundo?” Y con los ojos negros clavados en los míos, me contestó: “cuidar los corazones de los niños”. 

Ese día me cambió la vida. Prometí jamás subestimar la capacidad de un niño. Los niños sufren, no lo podemos evitar. Y eso les hace ser fuertes para lo que les va a tocar vivir. Pero los niños nos necesitan para aprender a vivir y a morir. 

Porque si Dios quiere (y deseo que así sea), ellos vivirán nuestro partir de este mundo y tendrán que saber enseñar a sus hijos a afrontar y aceptar la muerte como un comienzo de otra vida donde viviremos para siempre, para siempre, para siempre.  

La gran suerte que tengo es que todo esto que escribo, no es desde la teoría, ni siquiera desde mi intuición, si no del hecho de saberme conocedora de lo más grande que tiene este mundo: el corazón de cada uno de nuestros pequeños. 

 

Artículo escrito por Elena Cassany – Madre, suegra y abuela. Formadora de familias, maestra y máster en coaching y psicología positiva (@elenacassany)